Paseaba un buen día por el huerto
y admiré la cosecha del vecino;
la lechuga, el tomate y el pepino,
se burlaban del mío, medio yerto.
Aunque soy de la huerta nulo experto
y pensando en el hecho con buen tino,
lograré cosechar, si así me obstino,
cultivando un vergel en el desierto.
Que se logra aun más con gran tesón,
disfrutar de los frutos de la tierra,
si ponemos en ello el corazón.
Del ser que a la esperanza se aferra,
el premio a su esfuerzo es la razón;
no olvide el consejo que esto encierra.
©Roberto Santamaría
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