LAS LINEAS DEL FUTURO

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Delfina Acosta
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LAS LINEAS DEL FUTURO

Mensaje por Delfina Acosta »

LAS LÍNEAS DEL FUTURO
DELFINA ACOSTA


Desde muy niña, leía las manos.
Mi madre no tomó en cuenta esa fantasía mía, pues era común en ella tener la cabeza en otra sitio, aún en los momentos de las tempestades familiares.
La lectura de las manos me salía fácilmente; no hacía sino clavar mi mirada en la mirada de las personas y dar en el clavo. Era mi secreto no enredar mis ojos con los ojos ajenos, sino más bien enfrentarlos, debilitarlos y llevarlos a la rendición de modo que pudiera saber lo que encerraban.
Así pues, observando con atención la mirada, y además los gestos, el tono de la voz al preguntar, por ejemplo, “¿Cómo me va a ir en el amor?”, me venía la palabra que habría de abrir mi pico.
A las niñas, las zonceras.
A las mozas, que clavaban su atención en mi pequeña persona, como si fuera en ese instante, aquel ser humano que habría de sacar en limpio su destino, les iba diciendo todo y nada a la vez, dentro de un lenguaje, de un almizcle, de un preparado para la cocina (diría) en el que mezclaba en partes iguales el azúcar con la sal.
Ellas, desde su suspenso, desde las grandes ventanas de sus ojos aferrados a mi figura de dios, asentían varias veces con la cabeza, como si entendieran al pie de la letra mi verborragia. Sin embargo, siempre terminaban preguntándome: “ ... ¿Me quiere o no me quiere?”.
Dándome importancia, fruncía el ceño y soltaba del pico el secreto: “Pues ahí está el caso. Te querrá cuando consigas que se enamore de ti. Debes hacerte amar... Los astros... La posición de la Luna... Las siete cabrillas ”
- Es cierto - escuchaba decir.
Acuñaba el futuro del mundo en estas simplezas de las que no se percataban: “No te desesperes. Ese chusco te va a adorar; está clarito que sí. Te besará en la boca sin moderarse y es muy probable que te proponga matrimonio. Pero... Pero tienes que ser más coqueta; te vendrían bien una gargantilla, unos aros colgantes, una blusa transparente con más escote, y mucho color en las mejillas...”.
- Cierto. Muy cierto. ¿Y qué más? - quería saber alguna fulana.
- No quiero desanimarte, sin embargo veo pintado en las líneas de tu mano que hay..., no sé..., en fin, veo una mujer trigueña...
- Ah... ésa debe de ser Catalina. Ya me parecía que ella andaba detrás de él - me contestaba sorprendida de mis dones, la fulana de tal.
Y ahí terminaba la cosa. Y la mujer se iba hablando flores de agosto de mí, mientras juraba por San Antonio que era adivinadora.
Tenía yo ocho años. En la noche de San Juan, mi madre me vistió como a una gitana y me metió dentro de una carpa roja. Una larga fila de gente se formó, esperando su turno, para consultar con la vidente “Lunita roja”.
Caía gente inocentona.
Una mujer de edad madura y de ojos muy tristes como ramas de higuera se acercó, envuelta en su indecisión, hasta mí.
Y le leí las líneas. Y le dije que se pintara los ojos todos los días, y que se frotara el cuello con ramos de rosas, y que cambiara la tela de color gris por la gaza verde, y que ya su boca no hablara como si callara sino que cantara “Cielito lindo”.
Le recomendé que lo aguardara, que tuviera nomás un poco de paciencia y otro poco de ilusión, porque alguna vez él llegaría a su casa, con su traje blanco y su sombrero panameño para pedir su mano. Le dije que le traería un regalo de esos que antes de abrirlos uno sabe que son preciosos, y le daría un fuerte beso en la boca.
Y que la llevaría junto al limonero para olerla mejor.
Se fue contenta. Todavía la recuerdo. Era feúcha, delgada y tenía el vestido arrugado como la palma de su mano derecha. Vivía hace tiempo enamorada de un hombre, que según su confesión, ya tenía dueña.
Pienso, mientras escribo este relato de mi niñez, que ella está aguardando a ese señor que ha atado su corazón, reclinada sobre un sillón.
Ahora deletreo mejor las líneas imaginarias de su mano.
Una penumbra se hace a imagen y semejanza de aquel hombre de traje blanco y sombrero panameño, y esa penumbra avanza - lentamente - hacia ella, mientras la sombra de un caballo se inquieta, a metros de la puerta, en la vereda.
Ya no hay tristeza en los ojos de ella, sino, cómo decirlo, un brillo bonito de aguas saladas.

Antonia Pérez Garcí­a
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A DELFINA ACOSTA

Mensaje por Antonia Pérez Garcí­a »

Querida Delfina...Un cuento de ecepción...qué ilusiones cuando
uno es niño y cree poder hacer algo sabedor del destino.
Un beso en la distancia.
Antonia.
Un poema... ¡ Que mágica manera de decir que estoy presente !

http://webs.ono.com/antoniapgc

Marí­a de león
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Registrado: Mié Feb 06, 2008 9:45 am

Comentario a LAS LÍNEAS DEL FUTURO

Mensaje por Marí­a de león »

Estimada Delfina, desde este foro entro en los comentarios que usted
hace sobre Literatura en el diario ABC de su pais Paraguay y que llega
a españa via internet, desde ya le digo que es muy interesante.
La felicito por esta narrativa tiene el interes del buen cuento.
Desde aqui la saludo.
Maria.

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