LA CASA SOLARIEGA

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Luis Cuevas López
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LA CASA SOLARIEGA

Mensaje por Luis Cuevas López »

LA CASA SOLARIEGA

(Fragmento de "EL ARCA DE LA ABUELA")

Siempre he soñado con un arca vieja, corrompida por el tiempo, forrada de piel quizás de cabra por fuera, destrozada a trozos y por dentro de tela roja en dibujos de cachemira, descolorida por que los años no perdonan y de forma redondeada que me recuerda a un melón o bien a una pelota de béisbol.
Ahora no tiene importancia donde puede haber ido a parar o si ya se rompió, o se quemó, o se tiró o quizás alguno de la familia la conserve todavía. Como digo, para mí, su paradero o su destino no tiene importancia. Lo que me importa es que cierro los ojos, paréceme que la abro, me introduzco en su interior y que me transporta a otro mundo. Al mundo de mi niñez. Y me trae recuerdos de mi infancia, de mi juventud, de mis padres, de mis hermanos, de mis primos, de mis amigos, de mis tíos y sobre todo de la abuela. ¡Ah, la abuela¡ y-sj ¡Aquella santa mujer¡¡
Quería empezar recordando una pequeña poesía que escribí, hace algún tiempo, que conservo como un tesoro no por el valor en sí sino porque me recuerda mi infancia y por lo que significa para mí, y dice así:

..............¿conserváis todavía
el rótulo de mármol que había
encima de la arcada del portal
que, sencillamente, decía:
¡DIOS GUARDE ESTE HOGAR¡

¡Cuántos recuerdos acuden a mi mente¡ Unos alegres. Otros tristes. Otros que casi se borran en el tiempo pues no queda de ellos más que una leve sombra, como una nube, como un humo de algo que no sabes a ciencia cierta si fue realidad o fue quizás un sueño o bien producto de tu imaginación.
De la guerra nada más se lo que se me contaba por los mayores de la familia pues yo nací en plena contienda y era muy pequeño y ahí si que no me pueden alcanzar los recuerdos. Pero sí me vienen a la memoria muchas veces los años de escasez y de pan moreno, cuando mi madre tenía que rogar que le vendieran, de estraperlo, el pan. Eran muchas bocas que alimentar, y mucha ropa que lavar y coser, y mucha autoridad que imponer para que hubiese un poco de orden.
El padre, bastante tenía con procurar, por todos los medios, que el pan no faltase y también pensaba en la gran cantidad de familias que de sus negocios dependían. El trato con los alemanes hubiera ido estupendamente bien para ampliar el negocio, pero la II Guerra Mundial dio al traste con todo y ¡hala; a emigrar, a coger los cuatro bártulos y a buscar el sustento en otros lugares lejanos a nuestro hogar.
He permanecido durante muchos años fuera y aun lo estoy a muchos kilómetros de distancia físicamente, pero espiritualmente ¡ah¡ eso no, eso es otro cantar que mi espíritu nunca se alejó y cada día se acerca más en mis recuerdos.
Conforme me voy haciendo mayor, jamás viejo, la imagen de la abuela y los recuerdos de mi niñez están más presentes y hay momentos en que me parece que en algún determinado recuerdo quisiera parar el tiempo.
Hay una leyenda persa que dice: "El hombre que escribe un libro, planta un árbol y tiene un hijo alcanza, por estas tres cosas, la felicidad suprema, la inmortalidad".
Yo añadiría una cuarta, que es la casa y el huerto donde plantar el árbol, donde se nace, donde se vive, donde vas creciendo y desarrollándote, donde sueñas y, en mi caso, donde escribes, refugiándote en las cámaras a solas y evadirte del mundo que te rodea, con la sola compañía de tus cuartillas y tu lápiz y, sobre todo, de tu inspiración. Viviendo/soñando en ese trance que te transporta a otro mundo diferente del que vives, a otro mundo de sueños y esperanzas, de ilusiones y aventuras, de amores y tristezas, que de todo "hay en la viña del señor". Transportado a otro mundo al que solo tienen entrada unos pocos privilegiados.
Pero en fin, no lamento no tener nada, ni huerto, ni casa, porque tengo algo muy valioso.........mis recuerdos,........mis sueños,.........mi inspiración........y eso es
enteramente mío, de mi propiedad y ahí no puede entrar nadie más que yo. Abro el arca de la abuela con mi imaginación, que no necesita la tierra en que sustentarse, ni las cuatro paredes de una casa. Tiene, el arca, algo mucho más valioso. Tiene el espíritu, tiene el alma, tiene la esencia de todas las cosas. ¡Cuántos recuerdos] ¡Y la abuela; ¡Ah,la abuela ¡Aquella santa mujer¡ Aquella mujer menuda, de cara redonda y sonrosada como una manzana y que era todo corazón, y bondad, y ternura, y que su fama de mujer buena traspasó las montañas que nos rodean. Montañas en las que yo creía que se acababa el mundo. Que no había nada más allá. Que detrás de ellas, siguiendo el sol de día o a las estrellas en la noche, te encontrabas ya con los ángeles y con Dios. ¡Santa inocencia¡ Pero que bonito era todo así. ¿No os parece?

....................recuerdo una historia muy bella,
que la abuela me contó,
de un ladrón, que alcanzó,
rogando a la Virgen buena,
cuanto a Ella le pidió.
el perdón, con humildad,
se lo pedía al rezar,
a! fin de sus días consiguió
de su inmensa bondad
su más deseado anhelo,
¡¡¡subir con Ella al Cielo¡¡¡

¿Qué hermosa, verdad? ¡Recuerdo tantas y tantas cosas¡ Y Cuantas cosas verídicas fruto de su bondad y de sus buenas obras. Creo, estoy seguro, que dejó honda huella de su paso por la tierra. Nada más hay que preguntar a cualquiera que la conoció y trató un poco.
Una de las anécdotas que más me viene siempre a la memoria es la de aquel pobre abuelo, si mal no recuerdo se llamaba el tío Frasquito, que se fingía siempre enfermo, pareciendo de verdad que le daban ataques epilépticos , cuando en realidad eran fingidos. Y mira que se le advertía a la abuela:
- Madre Trinidad, ¡no ve usted que le está tomando el pelo¡ Y ella respondía siempre con aquella sonrisa de ángel, con aquella mirada tan pura y cristalina, con aquella carita sonrosada de virgen buena:
- Hijo mío, dejadlo, pobrecillo. Bastante trabajo tiene él para que yo acuda en su ayuda.
Además le doy el ponche, y unas patatas, y un trozo de pan, y un trozo de tocino...........y se
le pasa el malengue..................y se pone tan contento..........y me da las gracias..........y esa
mirada,..........y esa sonrisa............¡Hijo mío¡ ¡Tu no sabes lo poco que cuesta ganarse el
Cielo¡ Pues ahí lo tienes, que con esta obrita tan insignificante se te abre una puerta así de grande, muy grande, y entras en el Cielo donde todo es alegría y te recibe Dios con los brazos abiertos. ¡Ay, hijo mío¡ ¡Cuánta felicidad me reportan estas pequeñas criaturas}
Sí, !o tengo siempre presente y no se apartan de mi tan bellos recuerdos, tan bellos y acariciadores como los amaneceres de mi pueblo. ¡Cuántas lo vimos tumbado en la acera de la casa¡. Y la abuela, siempre con la misma sonrisa, con la misma diligencia, con igual agrado acudía una y mil veces en socorro de este hombre o de cualquier otro que llamara a la puerta de la casa, siempre abierta. Para todos tenía dispuesto su corazón y sus brazos..........y su escurrido bolsillo, pues aunque nunca tenía nada siempre encontraba algo con que aliviar las penas de sus criaturas, como ella decía. Infinidad de veces me lo había aconsejado: Luisico, hijo mío, nunca digas que no, que siempre se encuentra algo que dar. Una patata. Un trozo de pan. Una perra chica. ¡Verás cuanta alegría sientes; Y sentirás ensancharse el horizonte a tu alrededor. ¿Cuántas veces he dicho que no?............¡No lo se¡...........Incontables. Es una pena lo poco que cuesta hacer el bien..........y fíjate que ella también decía que, ante la duda, no se pierde nada con hacer el bien.
Sólo tenía ocho años, precisamente el día que los cumplía, cuando Dios la llamó, pero no se borra de mi mente el día de su "despedida". ¿Cuántas lágrimas sinceras de tantos que la adoraban aquí en la tíerra¡ ¡Y cuánta alegría no habría al recibirla allá en el Cielo¡ Recuerdo el paso del féretro por todo e! pueblo, que nadie quería ir hacia el camposanto, que todos forcejeaban por llevarla en hombros. ¿De dónde saldría tanta gente para darle su último ¡adiós¡? Jamás en mi vida había visto tanta gente en un último y desesperado adiós. ¿Qué triste, verdad?
Recuerdo que a los pocos días de enterrarla el pobre abuelo, el tío Frasquito, se estiró en la acera y empezó con sus ataques epilépticos. No recuerdo quién salió de la casa, quizás mi madre, sí, quizás mi madre, quien podía ser si no, y le dijo: Tío Frasquito, la madre Trinidad ya no está. Se fue al Cielo. Y el abuelo respondió, llorando pero de verdad, con una pena infinita: ¡No¡ ¡No es posible que se haya ido aquella santa¡ ¡Tía Trinidad¡ ¡Tía Trinidad; ¿Dónde está la tía Trinidad? Alguien le dijo, creo que fue mi madre: ¡No¡ ¡No la llame más que no vendráj A mi, que estaba por allí cerca, a pesar de mi corta edad, se me partía el alma. Pero me tranquilicé cuando mi madre acudió en su ayuda, con su ponche, con sus patatas, con su trozo de pan, con su sonrisa; como si todavía estuviera allí aquella santa. Y le dijo, con voz entrecortada por las lágrimas y una pena muy honda: ¡Tío Frasquito, aunque ella no esté, la tía Trinidad, venga usted siempre que yo le atenderé como si ella estuviera .Creo que hay personas que no debían morir nunca.
^ Pero estamos de paso y hemos de aceptarlo así, porque así lo ha dispuesto quién dispone todas las cosas. ¡DIOSj

¡Qué hermoso es recordar
cosas alegres y, quizás, tristesj
Lo importante es que existes
Y que lo puedes contar.

No, de verdad que no sigo del todo las enseñanzas de la abuela. A veces me da algún arranque que otro y al recordarla bajo los ojos al suelo y pienso que si me viera lloraría de tristeza de ver que su Luisico no es como ella quisiera, me pongo triste, las lágrimas corren por mis mejillas y alzando la vista al Cielo, sólo se me ocurre exclamar: ¡Madre Trinidad, perdóname, no me lo tengas en cuenta¡ Dame otra oportunidad y procuraré
acercarme más a tí. ¡Te echo mucho de menos¡........y en mis oraciones, cuando las rezo, le
pido a Dios que me de fuerzas para ser mejor de lo que soy y que El me de todavía oportunidad para que tu me sigas queriendo como me querías ya que por mi parte el tiempo no ha podido borrar el cariño que te tenía y cuanto más me acerco al momento de que tenga que emprender el ultimo viaje te pido que intercedas por mí que si no puedo estar a tu lado que Dios permita que esté lo suficientemente cerca para decirte que te sigo queriendo como cuando era pequeño.

LUÍS CUEVAS LÓPEZ

Antonia Pérez Garcí­a
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a Luis Cuevas López

Mensaje por Antonia Pérez Garcí­a »

Estimado Poeta , es una magní­fica narrativa, que engalana este
foro, gracias por darla a conocer.
Un abrazo.
Antonia.
Un poema... ¡ Que mágica manera de decir que estoy presente !

http://webs.ono.com/antoniapgc

Luis Cuevas López
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Mensaje por Luis Cuevas López »

Me alegro que haya gustado esta pequeña historia, un fragmento de la vida con mi abuela, la tia Trinidad, y aunque la perdí cuando solamente tení­a ocho años, tengo muchas historias de ella.Una mujer pequeña pero extraordinaria en bondad y que dejó no ya en la familia sino en todos los que la conocieron grato recuerdo. Creo que allá arriba debe estar en sitio de privilegio, donde solo van muy pocos.
Fraternal abrazo.

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