Siento que me pierdo en mí y que... pierdo,
que se desprende de mis manos tu aroma
por mi tiempo necio y vacío, que se va hacia dentro,
al subconsciente de tu esfera;
hacia ese otro lugar donde ensordeces.
He visto a mi cobarde alma, desconcertada;
buscaba una parcela para sembrarte de flores,
para cubrirte de besos que rimasen con la vida
¡Me adelanté para arrebatárselas todas,
y para que me devolviera los besos!
Y es que la quiero firme y dura, no humillada.
-¡Y cómo se deja atrás un todo inútil para el mundo,
pues donde se va no hay furia ni pasiones!-
Si el presentimiento frena mi reloj biológico,
se sacudirán mis brazos como agujas
y se desdoblará el tic tac de las horas,
las de dos lágrimas pendientes de otro tiempo.
Y sé que es el maldito silencio exterior que me mata,
nos da frío al cuerpo... ¡Nos apaga!
Mas, si dejamos de sentirnos dentro...
¡Nos asusta!
...¡Y cómo empezó todo esto mío
mirando de niña una babosa!
...
Me digo que no tengo talante de poeta
y, menos, pensadora.
Que soy paréntesis conciliador y romántico
con casi tres cuartos de un tiempo despistado;
resultado de un error absurdo y descompensado
para mis manos vacías.
Un intermediario crítico que filosofa sin espada...
Que se repite hasta el bostezo...
Que necesita de su cuerpo para que sepa de su alma
-¿como todos?-... ¡Un laboratorio de resabios!
-¿Dónde nos empieza este todo maldito del barro,
este chapoteo sin horizonte?
Escucha cuerpo: El acoso lleva a retroceder...
(¡Quiero volverme!)
Donde estaba siempre, en el montón ése...
Ejercía callada cualquier honesto misterio de servirte.
Ahora, esta fuerza me despista y, la humildad esteta,
la de ser una aficionada a la belleza del mundo conocido,
... o, una pretenciosa más, me escupe.
Sólo se sonsaca en lo buscado un amor en retirada,
un argumento frío que me invita a la tristeza.
Mi inmediatez visionaria con el verso, pesa;
pero, aunque no hago renuncia a mis renglones,
no hallo en la escarpada realidad de una mirada,
el fiel reflejo de su luz, ¡mi medida!, mi arquetipo
donde me contemplo... ¡Me cierra sus ojos!
Y no sé cómo abrirles... ¿Teme que le mienta?
Me cree que le traiciono, ¿Desconfía?
Si me hizo prisionera hasta que sepa de los míos.
Escucha Alma: No sé si debo cerrar también mis ojos.
Pero si sigues juntando pedazos, al menos,
¡No dejes de hacer ruido!
Elisa Lattke