LA GACELA, poema de OSCAR PORTELA

UN RAYITO DE ESPERANZA
Válido para los poetas que escriben sobre temas motivacionales, que fundamentalmente deseen ayudar con la palabra escrita a sus lectores.
Los temas deben ser inspiradores de esperanza, paz, reconciliación con la vida, superación personal etc. (NO SE ADMITIRAN OTROS TEMAS)
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oski2
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LA GACELA, poema de OSCAR PORTELA

Mensaje por oski2 »

:oops: LA GACELA,

poema de OSCAR PORTELA.

Que la muerte a la mano esté
solícita y dispuesta
a guiar ésta sombra que persigue el amor
negado y prometido sea promesa de la muerte.

Ay rememoración de un imposible origen,
más allá, lo que rompe el espejo del corazón
que alumbra el claro de la razón
y nos refleja en los ojos luminosos
del felino. No es posible saber si dormidos
estamos o soñamos el sueño de la vida
que ancla en la muerte sus pasajeros pétalos.
Bello sería que nuestro propio espectro
asistiera a la imposible boda del cuerpo
del cielo, con el agua y el sol que penetra pantanos.

Mientras tanto rememorar
lo que se aleja más de la memoria,
lo que nunca a sido o estado presente,
la no presencia de ojos y bocas
donde duermen todos los presentes,
y se suspenden todas las vigilias,
la ingle donde el más cálido aliento se congela
y que la muerte guarda para sí.
Mientras reposo mis ojos
en el imaginario lecho de turba y de silicio,
sin esperar ya el sueño de asistir a mi muerte,
recuerdo el rubor de tus mejillas
plasmándose en mis cantos.
Oscar Portela

oski2
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Re: LA GACELA, poema de OSCAR PORTELA

Mensaje por oski2 »

ANALISIS DE LA POESÍA DE OSCAR PORTELA

por Norma Pérez Martín

Poeta correntino por su origen (nació en Loreto en 1950); sin fronteras por la proyección de su mensaje lírico, la poesía de Oscar Portela muestra al creador con un sello muy personal.

Lleva publicados hasta la fecha: Senderos del bosque (1977); Los nuevos asilos(1980), Autos de fe (1982), Había una vez (1983), Memorial de Corrientes (1985),Estuario (1989), Golpe de gracia (1990). Desde sus títulos, él aproxima al lector a una intencionalidad verbal encarnada, que, partiendo del eje natal, no se queda en él. Su vitalismo, su sensual temperamento poético lo llevan hacia la profundización panteísta y ritual de yo: afirma y devela su yo íntimo, conflictivo, luminosamente solitario.

Alfredo Veiravé señala, en el prólogo a Los nuevo asilos: “No es ajena a las búsquedas la obra de otros poetas de su provincia. Francisco Madariaga y Martín Alvarenga, al igual que O. Portela, van del canto a la soledad, en una ruptura de la realidad”.

Lo esencial emerge desde la realidad situada. En Senderos del bosque –afirma Veiravé- “los dioses fueron convocados por impulsos y exclamaciones de entusiasmo dionisíaco”. Y es que, en una indagación obsesiva (poética y racional, valga la paradoja) Portela se detiene en los elementos de la naturaleza lujuriosa de la Mesopotámica. A partir de allí, espía los secretos, ausculta el misterio, se introduce hermenéuticamente hacia lo que el mismo llama “la Victoria del Mundo”.

El lenguaje barroco, a partir de un deliberado romanticismo, al que O.P. suma herencias surrealistas (como han insistido muchos críticos, refiriéndose a sus poemarios) constituye una máscara. Pero, yo diría, una máscara transparente, a partir del espejo que va reflejando poco a poco los enigmas. El poeta lo ha manifestado, señalando su lucha con el signo como una celebración ritual que no lo abandona.

Hace tiempo declaraba Oscar Portela: “Para mí, la poesía es un rito, no meramente verbal, textual, estos son el fuego, el agua y la madera de las que se conforma el signo, el significante: llamado y respuesta del poema”.

En el origen, a partir de su infancia, O.P. salta hacia el origen total. Auto de feconfirmará esta obsesiva constante en su lírica. En aquella ocasión, con motivo de la publicación de este poemario, el autor me escribió lo siguiente: “Había una vez un niño al que castigaron por insistir en ser Niño y que termina preguntándose qué significado es ser niño”.

Su “lirismo es denso y extraño, torrencial y caótico”, como dice Abel Posse. Sin embargo, como tal lo afirma con exactitud Noemí Ulla, hay en la poesía de Oscar Portela”, un orden un armado juego situando los opuestos”.

Este creador correntino no descarta la cólera ni la entonación bíblica: desenmascara así su propia penuria existencial. Pero, en el libro Había una vezabandonará el barroquismo eufórico para entregarnos versos más descarnados, entre infancias con memorias dolientes, muertos-vivos y espectros con “materia de sueños”. Las tres partes en que se divide este libro (Había una vez) anticipan la índole del derrotero poético-metafísico de Oscar Portela: Memorias de la tierra y el cielo – Memorias de la naturaleza y el tiempo – Memoria del espacio y el retorno. El brillo telúrico cantado con sutileza, no carente de fervorosas cóleras ancestrales, suma imágenes que se van abriendo en frecuentes e inusitadas polisemias. El autor, discípulo fiel e incondicional de Heidegger, Novalis, Höelderlin, ahonda en la Poesía como forma de conocimiento, instaurando el cosmos, a partir del más minúsculo rincón fluvial de su provincia. Su caída en los abismos dramáticos del ser promueven en él acuciante análisis existencial. El “niño solar”, como el mismo se autodefine (imagen que nos recuerda al poeta Miguel Ángel Bustos conoce la vibración trágica, entre las aguas bienhechoras).

Memorial de Corrientes ha sido calificado por la crítica como una “plegaria de los sentidos”. Los referentes constantes (agua-verano-luz-mariposas-tierra, etc.) impulsan los juegos metafóricos múltiples y, a veces, contrastes. Oscar Portela insiste en su búsqueda de Estuario. El “jardín sin sombra”, “las derrotas de la sed”, “el Olor que expande el heliotropo” (nótese el uso de la mayúscula al apelar al núcleo semántico-simbólico de “Olor”) avivan el despliegue múltiple de un yo, más allá de la propia individualidad. En tal sentido, la apelación a ese “tú” (desdoblamiento) que había presentado en otras páginas, se afianza, apuntando al yo lírico desnudamente con plenitud.

La trayectoria de Oscar Portela tiene doble mérito. Como dice Madariaga, Corrientes ya le debe mucho a Portela “por su cultura en acción”: ya que “él puede ser –por intermedio de nuestra América- poeta absoluto y absoluto hombre público”. En efecto, su canto en acción y su acción como funcionario en el área cultural no resultan incompatibles: complementan el ser y el existir de este creador. Después de atravesar estremecedoras búsquedas a lo largo de sus libros, Portela publica, a fines de 1990, Golpe de gracia, en Buenos Aires. Poemario órfico: tras el descenso de los infiernos, el creador busca la salida trascendiendo. Poesía hecha de pensamiento con carnadura existencial, sin confundir los planos, ni las riesgosas instancias poético-filosóficas. Mutaciones arrebatadas, combinaciones aprehendidas desde revelaciones ónticas, desde buceos abismales; su poesía es “síntesis de todos los resplandores”.

Libro excelente, digno de la más alta expresión de la lírica contemporánea. O.P. asciende por el árbol de la locura y sabe que la indagación “ultraja la razón”.

La serie de nominativos candentes con los que introduce el primer poema acude a un pórtico esencial: alcoholes-insomnios-suicidios-desdoblamientos-monólogos-silencios. Y a partir de esta página se ofrece al lector cómplice la médula de su arte poética. Poieis anunciada anteriormente y que, ahora, se condensa: Nadie protege/ ni indaga los signos/ convertidos en cifras. Unas escrituras desde/ donde puedas hablar / y hablas. (ob. cit. p. 11).

La razón del ser y el ser de la razón de este título (Golpe de gracia) avanzan por sus páginas: tejes la ilusión de la/ muerte, el texto no acabado,/abierto, que alumbra la/ tempestad de la poesía/ (ob. cit. p. 13). No es casual la fractura de cada verso que obligan al intencional encabalgamiento tan explícito en el propio mensaje subyacente.

Además, la apelación a una segunda persona, que encontrábamos en otros libros de O. Portela, se enfatiza dramáticamente en el libro que estamos comentando. No es que se desplace el yo lírico, más bien se vitaliza, se reduplica, desde el alimento confesional imperante en el poema.

El lenguaje de O.P. se ha vuelto mesurado. Los elementos se condensan en diafanidad y angustia, a partir de una sintaxis ágil, sin subordinaciones ni amplificaciones: Ritos y redes/ que no te dan/ consuelo e imágenes y nombres/ que aún esperan despojarte del sueño (pág. 15).

En estos versos citados, el paralelismo que estructuralmente ofrecen las dos proposiciones relativas, se diluye a partir de la quiebra fónica que el autor establece como explícitos indicios de un estilo y un mensaje confluyendo armónicamente. Podríamos hablar de una semiótica de la fractura y el ascenso, en conjunción perfecta.

El “hechicero del odio” desenmascara las apariencias. Sabe que los “desacuerdos” y las trampas están agazapados para dar el golpe: pero en la indagación del ser, en la hermenéutica que el artista aborda, los símbolos asumen la ordenación del caos: palabras en sabia combustión. El niño, el espectro (opuestos asumidos) instalan el paraíso perdido en obsesionantes asensos y descensos recíprocos. La locura, el viento, el desamparo, la luz, el canto, la orilla absoluta, los pájaros, la noche escalonan niveles de la añoranza, esa “belleza impiadosa” que lastima y libera al creador.

La referencialidad situada (espacio-tiempo) asoma, pero no constituye un juego anecdótico, ni escapismo ni merodeo por los esteros de la literalidad: más bien se ofrece como “la metáfora viva” que postula Ricoeur. Tampoco será tan tangencial los referentes aludidos por el poeta de Corrientes; puesto que el hombre es un fluyente devenir en las aguas del tiempo. La “poética del espacio” indagada por Gastón Bachelard se ofrece plenamente en las páginas de O. Portela: lo minúsculo y lo mayúsculo conviven; lo pequeño y, a veces, tangencial, deviene en esencia, capaz de afrontar la eternidad.

“Posiblemente la alianza del deseo y la soledad a través de la armonía en la serenidad, es lo que quizás busco –dice O. Portela-. Yo no sé si esto lo encontré, continúa. No sé si el derrotero se conduce al poeta finalmente a través de la palabra, hacia un horizonte determinado, sea la sabiduría”.

La duda se agudiza, pero al mismo tiempo, el creador intuye la salida. No es precisamente, el camino de la razón el que le ofrece las respuestas.

La poesía es la vía del conocimiento profundo; lo saben los grandes creadores de la humanidad.
Oscar Portela

Antonia Pérez Garcí­a
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Re: LA GACELA, poema de OSCAR PORTELA

Mensaje por Antonia Pérez Garcí­a »


¡Hola Oscar!... qué lecturas
magníficas compartes con nosotros.
Un abrazo desde España
Antonia.
Un poema... ¡ Que mágica manera de decir que estoy presente !

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