“¡Cuánto has tardado! -me reprocha al verme-
y eso que sabes que te espero ansiosa,
¿Dónde has estado? ¡Con algún amigo!
¡Vaya unas horas!”
Yo sé que es cierto, la razón le asiste,
pero no puedo contemplar su cara,
ni estar en casa, resistir la pena
de su mirada!
Como podría soportar sereno
sus mudas lágrimas que tanto dicen.
Más que su boca, sus silencios gritan,
amor exigen.
Porque ella sabe, desde mucho tiempo
que la traiciono, que otro hogar es mío.
Mas no me acusa, sufrirá callada
mi desatino.
¡Si Dios quisiera, si arrancar pudiera
esta locura que me amarra al yugo
de aquellos labios que me dieron besos
de amor impuro!
Mas es inútil, me conozco preso
de esta bajeza que tenaz me puede.
Si la Sirena con su canto llama
claudico siempre.
Allá en el fondo, donde el alma guarda
de la conciencia la verdad vencida,
su voz escucho cuando dice ¡Infame!
¿Dónde caminas?
Pues regresando del hogar adúltero,
prostituyendo la verdad del mío,
tan sólo espero que la justa parca
me dé castigo.
Y si ya sola, tras de muchos años,
me recordara junto a nuestros hijos,
quizás, mintiendo, les dirá piadosa:
“Fue buen marido”
AGUSTÍN
-