Miraba la tarde apareándose con caricias,
con mi vista clavada en el madero
ese madero lleno de clavos, con olor de miedos,
penetrando espinas en mi piel.
La sombra de una ola aturdió mi mente,
y su azul penetró cual viento helado
llegando hasta el fondo de mi océano
y cientos de libélulas danzaron cual calíopes
amarradas sus trenzas en loco desorden, cual burdel.
No es que quiera lanzar improperios
gritarle a la luna groseros cantos sin etcéteras,
no es que desee hurgar en los cielos
tanto desorden, un final sin luz, desnudo ;
sería inocuo besar bocas llenas de humos
hacer brotar girasoles en un cosmos azul,
girar ruedas al revés de calesitas,
detener giroscopios asustados de rotar
en la luna de seis peniques ¿recuerdan?
con Julio Verne disfrazado de Groucho Marx-
quisiera ser tantas cosas sin ser
soñar nostalgias y cosquillas de mazapan
reinvertarme al revés de mi propia ilusión,
pasajero de viaje vestido a contraluz
escribir con grafito en la piel de un zorzal
llegar corriendo a los muros del absurdo
y sin ser, no querer hacer ninguna estupidez
lograr lo invisible, idea sutil, intangible,
manejar mi propio tren y tocar cello por fin
quisiera ser arcángel y convencer a Dios
que debajo de su mira, todo anda muy mal,
que en vísperas de Navidad el odio camina libre,
y hay guerras fraticidas vestidas de azul
y locos mercaderes torciendo los bolsillos
la estupidez humana adornada y vacía
junto al árbol de pascua lleno de hojas con hipocrecías
adornos triviales mientras hay hambre,
luces mas luces que encandilan, ¡ oh Dios !
solicito a mi locura, para dejar de ser.