Te he encontrado sentada en la camilla
mientras que rebuscabas sin premura
un dedal en tu caja de costura
y he dejado mi beso en tu mejilla.
“¿Cómo estás?”– me preguntas de inmediato
respondiendo a mi beso con el tuyo-
“Estoy bien” -te contesto en un murmullo-
disfruté de un paseo largo y grato”
Y me siento contigo. No preciso
más palabras, nos vemos sin mirarnos,
pues nos basta estar juntos para darnos
la existencia feliz de un Paraíso.
En la tele se escucha un comentario
de banales noticias como fondo…
“¿Cuándo vas a cenar?” “No sé –respondo-
cuando acabe de ver el telediario”.
Y el reloj va marcando en sus saetas
los minutos de un tiempo de sosiego
en la cálida paz, donde arde el fuego
del hogar y las horas más completas.
Mucho tiempo, sin duda, ha transcurrido
desde aquella mañana ilusionada
en que Amor nos juntó y nunca nada
quebrantó nuestra unión con el olvido.
Pues tu pelo, ya blanco, me enamora
tus mejillas tan suaves, me seducen
y tus ojos profundos me producen
la emoción de una luz cautivadora.
No te importen los años, las arrugas
que en tu cuerpo dejó tal vez la vida
has de estar bien segura, convencida
de que siendo cual eres me subyugas.
Sin palabras te estoy diciendo esto
que el amor que me inspiras te dedica:
Un amor que en ternura se edifica
y que a darte mi vida está dispuesto.
Y me siento feliz por la ventura
de poderte tener eternamente…
¡Son ideas que rondan por mi mente
mientras usas tu caja de costura…!
Agustín.