a un pedacito de calle
que de mi rincón diviso
de día, noche y de tarde.
Yo que anduve dando vueltas,
que me elevé por los aires,
al final me encuentro preso
lo mismo que en una cárcel.
Cautivo de la nostalgia
de haber sido y hoy ser nadie,
prisionero de la pena
sin que el recuerdo me salve.
Aventuras tuve muchas
y no pocas tuve amantes.
Sueños de gloria, por cientos.
Mas desperté… ¡y un desastre!
Ni he conseguido la gloria,
aunque por más la buscase,
ni la suerte encontré nunca
y dudo que ya la alcance.
¿Mi juventud? Un recuerdo.
¿Mi madurez? Ya en el trance
de acabar y hacerme un viejo
arisco y de mal carácter.
¿Mis ilusiones? Perdidas.
¿Amigos? Donde Dios sabe.
¿Dinero? Más bien escaso.
Y no se vive de balde.
¡Pero fuera, malas sombras!
¡Alejaos a otras partes!
Porque conservo mi pluma
y ella me presta el donaire.
Si alguna vez no la tengo,
si algún día me faltase,
entonces sí que prefiero
morir cuando ella me falle.
- ¿Quién fue aquél? – Dirá la gente,
si en falta me echase alguien. –
- ¡Un vago de siete suelas!-.
Quizás razón no les falte.