en la capital de España.
Yacen, cual muñecos rotos,
los cuerpos de tres muchachas.
En vez de fiesta y jolgorio,
como todos esperaban,
sin conocer el culpable,
ha ocurrido una desgracia.
No hay risas en el ambiente,
cesaron las carcajadas,
dando paso al triste llanto.
Todo dolor, todo lágrimas.
Madrid entero pregunta
quién habrá sido el canalla
que ha permitido el desastre,
la ciudad de rabia clama
aunque la vida prosiga
al alumbrar la mañana.
Se exigen explicaciones:
- ¿Cómo pudo una bengala
ser metida de matute?
¿No había en la sala guardias? -.
Y todo por más dinero,
por enriquecer sus arcas.
¡Presto confunda el Demonio
al que buscó tal ganancia!
¡Negociantes sin escrúpulos,
políticos sin entrañas,
ante Dios rendiréis cuentas
pues de ese Juez nadie escapa!
Han enterrado a las muertas,
sus tres familias reclaman.
En vano, pronto el olvido
hará que pasemos página,
hablaremos de otras cosas
y aquí no ha pasado nada.