La comida nos cuesta un Potosí.
Esta vida, ya dura de por sí,
con afán nos amargan los banqueros.
Sinvergüenzas tremendos y usureros
por lucrarse con ansia y frenesí,
empuñando incisivo berbiquí,
el bolsillo nos llenan de agujeros.
Los desahucios oprimen a la gente,
el Gobierno no sabe qué inventar.
Pero el caso es que todo es deprimente
y no sé de qué modo va a acabar.
En desastre, quizás, rumia mi mente.
Pero mientras, ¡pelillos a la mar!