de no ser ya ningún mozo,
aunque disfrute con gozo
de que le llamen abuelo.
Pues con tal nombre disfruta,
y franca brota su risa
al ver avanzar deprisa
a sus nietos por la ruta.
Ya han emprendido el camino
para arribar a su meta.
Acaso alguno poeta
quiera que sea el Destino.
Son tan grandes sus deseos
de tener tamaña suerte
que se olvida de la muerte
y de antiguos devaneos.
Soñar que, siendo mayores,
triunfe su hermosa camada
es su mejor laureada
y el mayor de sus amores.
Así , en la noche escribiendo,
pasa las horas en vela
en tanto la dulce abuela
en su lecho está durmiendo.
- ¡Dulces sueños, pequeñajos! -,
les desea en tanto escribe.
Mañana, si acaso vive,
reirá con sus desparpajos.
Y, aunque verles les ve poco,
de sus niños no se olvida.
Algo ha logrado en su vida,
no tan sólo el estar loco.
Porque estaremos de acuerdo
en que escribir un poema
es, al cabo, cosa mema
y nunca lo escribe un cuerdo.
Pero el poeta es amigo
del silencio y de la noche.
Ninguno me lo reproche,
pues sé muy bien lo que digo.
Y si fuera Fantasía
cuanto en mis versos he escrito
en verdad, ¡me importa un pito
mientras causen alegría!