caballero castellano,
de sus tierras soberano
como buen señor feudal.
Ejerciendo, pues, de tal
así toda su jornada
el derecho de pernada
gozaba sin desperdicio.
Se dedicaba al fornicio,
al ocio y no hacer nada.
Los prometidos, pacientes,
consentían el abuso.
De los tiempos era el uso
y el padecer de las gentes.
No es que fueran complacientes,
pero tal era la moda:
Anteriormente a la boda
la novia al amo cedían
y aún a gala lo tenían.
Uno a todo se acomoda.
Emparentar con un noble,
aun llevando cornamenta,
no era cosa turbulenta
si era el hijo como un roble.
Por ello, nadie el mandoble
contra Pero utilizó.
El cual se benefició
a muchas lindas doncellas,
a las más gratas y bellas,
que a las feas dijo no.
Existió un mozo gallardo
opuesto a tan vil costumbre.
No es que fuese una quejumbre:
No quiso un hijo bastardo.
Ni perezoso ni tardo
Pero le puso en prisiones,
bien cargadas de eslabones
sus apretadas cadenas.
Eran éstas las condenas
para tales ocasiones.
Pero yació con la novia
en medio de gran jolgorio.
No permitió ya el casorio
posterior, puesto que fobia
tomó al novio. Cosa es ovia.
Y en cárcel murió el labriego,
por culpa del mujeriego,
al no querer ser cornudo.
Es mejor, muy a menudo,
no sentir desasosiego.
Así concluye esta historia
del fementido don Pero,
del cual olvidar prefiero
la más mínima memoria.
¡Que Dios lo tenga en su Gloria
o se queme en el Averno!
Aunque dudo que haya Infierno
que le admita. Y además
hasta al mismo Satanás
tomara por doncel tierno.
Y no veo a Lucifer
sometido a tal apaño.
Es amigo del engaño,
mas no de hacer de mujer.
¡Ay, las cosas que hay que ver
y observar con disimulo!
¡Satán tomando por culo!
Pero es algo que no extraña
en esta corrupta España,
donde gobierna el más chulo.