duerme, mi niña, y descansa
pues de llorar tienes tiempo
todo el día de mañana.
Ya verás, cuando amanezca,
todas las cosas más claras.
Que la luz del Sol disipa
las sombras y las aclara.
No llores más, porque sufro
al ver brotar esas lágrimas.
Todo estará más tranquilo
cuando otra vez llegue el alba.
Será Domingo de Ramos,
día de júbilo y palmas.
Las gentes reirán alegres
y a ti volverá la calma.
En tanto que tú te duermes
mis sueños velan tu cama
y unos versos de mi pluma
han de surgir, sin más ansia
que decirte que te velo
mientras tranquila descansas.
¡Cómo quisiera en tus sueños
penetrar, ver a quién amas!
Que aunque no puedas amarme
sé que tú a mí me idolatras
y con ello me conformo.
¡Cuán poco pido, caramba!