y está durmiendo en la calle,
en el soportal de un Banco,
sin que le despierte nadie.
¿Estará dormido, muerto
o soñando en quien Dios sabe?
De lo que no cabe duda
es de que ayer le hirió el hambre.
La gente pasa a su lado,
dejando un espacio aparte,
por si se levanta acaso
y quizás llegue a robarles.
Uno del Banco ha salido
ya dos veces a mirarle,
por si acaso a algún cliente
esa presencia le espante.
Toma bríos y se acerca.
Le dice que se levante.
El mendigo, desde el suelo,
parece como que ladre:
- ¡Por Dios, que si le molesto
venga usted a levantarme! -.
- Llamaré a la Policía -,
avisa el otro, cobarde.
El pobre le guiña un ojo:
- Espere un poco, aún no es tarde. -.
Se vuelve del otro lado
mientras murmura: - Pues llame
a quien quiera pero mientras
deje que duerma, compadre. -.
Y así todas las mañanas,
hasta que un día descanse
donde debe: En una cama
o en una fosa de balde.