A la hora del ángelus
levantamos los ojos.
Rayos encendidos
de luz atraviesan
ramajes espesos.
El agua queda quieta.
El silencio estalla en el huerto.
Sonríe la zagala
cuando el ángelus reza,
derritiendo sus huesos
por el mozo del alma
que tiene tan cerca.
La azada descansa.
El trabajo se para.
La plegaria se eleva
con olor a albahaca.
A la hora del ángelus
hasta la alondra calla.
El silencio
en los huertos estalla.