¡Sabe Dios lo que te espera!
¿Qué podrás ser en tu vida?
No lo sospecho, pequeña.
Marcada desde la cuna
por la estrechez, la pobreza,
¿qué suerte puede esperarte?
Supongo que no muy buena.
O acaso sí, que he notado
en tus manos una fuerza
para agarrarte a la vida
que muchos tener quisieran.
Ojos azules, piel blanca,
por muy mestiza que seas
han de admirarte los hombres
viendo tu inmensa belleza.
Siendo de humilde linaje
circulando por tus venas,
aunque tengas otra extraña,
sangre castellana llevas.
Dos razas en ti fundidas…
- ¿Qué ha de salir de esa mezcla? -,
me pregunto en esta noche
mientras miro a las estrellas.
Arropadita en el nido,
¡a saber en lo que sueñas!
O acaso no sueñes nada.
¡Duerme, pequeña Jimena!
Niña de los bellos ojos,
tu abuelo tu sueño vela
mientras escribe estos versos
en la noche madrileña.
Cuando transcurran los años
puede ser que los leyeras
y hasta recuerdes el beso
de este mísero poeta.
Ese beso que esta tarde
puse en tu carita tierna,
mientras miraba tus ojos
y tu boquita de fresa.