el tiempo de las calores,
de tormentas y sudores
que agobian al ser humano.
Seco el sudor con mi mano,
pues húmeda está mi frente
y veo cómo la gente
va más ligera de ropa.
Las chicas, ¡menuda tropa!,
calientan más el ambiente.
Pues van por la calle algunas
luciendo alegres sus pechos,
firmes, prietos y derechos,
altivos como dos dunas.
Y los ojos, como Lunas,
se desorbitan al verlas.
Lucen igual que dos perlas
relucientes y brillantes.
Sienten ansias los tunantes
de entre sus manos tenerlas.
Mas la menor cortesía
les impide tal acción,
aunque lata el corazón
después raudo todo el día.
En verdad, son Poesía
caminando por la acera.
De nuevo joven quisiera
ser y sentir ese impulso,
hasta sentirme convulso,
por un momento siquiera.