no hay forma de detenerlos.
El chico de aquel entonces
se ha convertido en abuelo.
Ya no sueña con romanzas,
su voz no emite ya arpegios;
todo se ha difuminado
como, al despertar, un sueño.
Él, que pensó ser un día
el tenor en Rigoletto.
Más tarde ser el barítono…
¡Ni partiquino en silencio!
¡Cómo se pasa la vida,
cuán raudo se pasa el tiempo!
Sesenta y siete los años
que esta mañana celebro.
Amigos tuve a raudales
teniendo mucho dinero.
Hoy que soy pobre ¡qué solo
en este rincón me encuentro!
Famoso fue el del Villano,
donde forjé tantos textos;
trazando, firme, mi pluma
mi opinión y mis asertos.
Famoso en algunas partes,
me festejaron por ellos.
Hoy ya nadie los recuerda,
sus temas son obsoletos.
Herencia dejo ninguna.
Puedo legar a mis nietos
tan sólo mis viejos libros
y el manantial de mis versos.
No sé si será bastante,
quizá prefiriesen euros…
Mas, por mi mala cabeza,
dejarles ninguno puedo.
Nadie pasa por mi calle…
Si acaso, los basureros
que arrojan a su transporte
las bolsas y trastos viejos.
¡Alegrémonos la noche,
mañana he de estar contento!
Rían mis labios por fuera
aunque llore en mis adentros.