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Juan caminaba ese día por las calles de su barrio. El aburrimiento se presentaba esa tarde como las demás anteriores, siguió el recorrido de las cuadras pateando cuanto elemento quieto obstaculizaba su inseguro paso, era por otra parte una satisfacción interior a la que no podía definir con palabras... algo así, como gritar sin gritar, o enloquecer estando cuerdo, ...¡,qué más podía desear!.
El callejón al que le tenían tanto miedo,... estaba allí, ni siquiera tenían que salir de la ciudad. Estaba allí... tan oscuro como siempre.
Juan quiso investigar y entró, ya adentro comenzó a sentir sueño, buscó un lugar y se acomodó.
Pasaron minutos y ya comenzaba a inquietarse ; recién entonces se dio cuenta de que aquello era un laberinto,... un ejército de pequeños monstruos se agolpaban a cubrir cada una de las aberturas, si quería salir debería destruir paredes y nadar por lagos.
Todo era peligroso para él. No sabía hacia donde correr, ¿ qué hacer?...a quien pedir auxilio, a qué dios invocar ya que era ateo. Daba vueltas y vueltas hasta que después de casi treinta minutos pudo salir.
Volvió a su lugar y comprendió que la salida estaba precisamente en su casa.
Claudia Rosana (año 1987)